Vergüenza de México
Algo tiene que cambiar para que Guanajuato retome el sendero de la paz. Desde hace diez años la escalada de violencia no cesa. Somos el estado más dañado por los homicidios, en una guerra interminable a pesar de la detención de “El Marro” y cientos de sicarios y miembros del crimen organizado.
Algo tiene que cambiar para que Guanajuato retome el sendero de la paz. Desde hace diez años la escalada de violencia no cesa. Somos el estado más dañado por los homicidios, en una guerra interminable a pesar de la detención de “El Marro” y cientos de sicarios y miembros del crimen organizado.
Cuando apresaron a José Antonio Yépez, líder del cártel de Santa Rosa de Lima, el Gobierno esperaba una reducción de homicidios y extorsiones. No sucedió. La degradación de la vida cotidiana permanece ante el asombro, la desesperación y la náusea. Mientras eso sucede, los responsables del Gobierno, la seguridad pública y la justicia guardan silencio. Ante su incompetencia se esconden de la población y rehuyen la grave responsabilidad que les dio el voto ciudadano y el Congreso, su presunto representante.
¿Cuántos más tienen que morir para que acepten siquiera el estado lamentable en el que se encuentra la seguridad pública de Guanajuato? Porque no se puede ocultar el fracaso de su encomienda. En tres años la entidad podría sumar 10 mil homicidios dolosos. La irresponsabilidad del ex gobernador Miguel Márquez Márquez llegó a tal grado que justificaba la barbarie diciendo que “se están matando entre ellos”, como si fueran crímenes en otro planeta, como si los ciudadanos, “ellos”, no tuvieran derecho a la vida.
Esa es la primera sensación de náusea: saber que el gobernante es inepto y confunde la naturaleza de su trabajo: en Guanajuato nadie debe matar. Nadie. Para eso se gobierna. Es el primer mandato: asegurar la paz y la tranquilidad de la población. Un día le gritó Fernando Martí a las autoridades federales: “si no pueden, renuncien”. Es tiempo que los guanajuatenses también alcemos la voz.
Como la Secretaría de Seguridad Pública y la Fiscalía General del Estado no cumplen con su cometido, buscan siempre culpar a la Federación. Pretextos no sobran. Primero fue el huachicol, luego la guerra de cárteles pero hoy la degradación llega hasta los más humildes: trabajadoras en una tortillería, empleados de restaurantes y mujeres que se ganan la vida en bares y centros nocturnos. Han fallecido niños, niñas, mujeres embarazadas. Qué decir de masacres interminables. Debajo del tapete la Fiscalía quiso esconder asesinatos, desapariciones y fosas comunes. Ese sólo acto inhumano es suficiente para que el gobernante actúe en consecuencia. Nada pasa.
El llamado “Golpe de Timón” que pretendió dar el gobernador Diego Sinhue Rodríguez no disminuyó el ascenso de la criminalidad. Tampoco se lograron las metas con el aumento de recursos a la Fiscalía o a la Secretaría de Seguridad. Y si fuera el remedio dedicar más dinero, no hay otra prioridad: ni carreteras, puentes, programas sociales o cualquier tipo de gasto. Primero es la vida, no hay valor más importante.
Mientras Acción Nacional se queja del presidente López Obrador por su ejército de culpables, aquí repiten la cantaleta. El problema es que después de 30 años de gobernar el estado, el PAN, con su experiencia, debería dar resultados.
Los primeros beneficiados al lograr la paz serían los propios miembros del crimen organizado. Hoy sus vidas valen poco o nada para sus adversarios. Detener la guerra significa salvar la vida de cientos de ellos. También son hijos, padres, madres y hermanos.
En la última década creció el número de homicidios, extorsiones y el descontrol en ciudades como Celaya, los Apaseos, Salamanca e Irapuato. Con 65 policías asesinados en lo que va del año, y la dignidad de las corporaciones aplastada, la expansión de los delitos agobia a todos. Si sus líderes no son capaces de cuidarlos, menos lo podrán hacer con la población.
¿Hay salida? Claro que existe. Otros estados demuestran cómo se puede disminuir la criminalidad: Nuevo León, Aguascalientes, Tamaulipas y Coahuila pudieron. Guanajuato puede pero no tenemos la menor idea de por qué no quiere. Hoy mentimos cuando decimos que somos “Grandeza de México”. La verdad es que somos la “Vergüenza de México”. Algo tiene que cambiar ya.
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